IA: retos y oportunidades en la academia

Por: Daniela Valderrama Pulido

El impacto de las tecnologías emergentes en la sociedad es considerable y suscita varias dudas sobre el uso y regulación en nuestra cotidianidad. Durante los últimos años la humanidad ha presenciado grandes cambios en aspectos tecnológicos como: el internet, la robótica, el comercio electrónico y la inteligencia artificial (IA); esos mismos avances trazaron toda una nueva revolución en la historia, un antes y un después en la optimización y automatización de los procesos o tareas complejas para las que era necesaria la intervención humana en diferentes áreas como: la salud, la educación, la agricultura y la economía; pero a su vez abrió un mundo de posibilidades  en temas de innovación y nuevos campos laborales. Estas transformaciones trajeron una transición en las dinámicas sociales y por lo tanto dieron un giro en la forma en la que la humanidad ve y percibe el mundo.

El informático Jhon McCarthy, definió la Inteligencia Artificial como “la ciencia y la ingeniería de crear máquinas inteligentes, programadas por computación inteligente”. Dicho de una manera más simple, la IA radica en intentar que los ordenadores “piensen” y “actúen” como los humanos, ya que, mediante un diseño de programación algorítmico, a base de textos, se le añade información al sistema para que este se “entrene” con los datos proporcionados y a lo largo del tiempo pueda realizar una tarea de forma automática.

Un ejemplo claro de esto es la compañía colombiana IndiGo Tech, que cuenta con una larga trayectoria en la utilización de la IA en la medicina y crea soluciones diagnósticas con su proyecto Indira, una plataforma de aplicaciones de IA desarrollada para el reconocimiento y detección temprana de diversos tipos de cánceres, enfermedades cardiovasculares y trastornos de las vías respiratorias. El huilense Andrés Anaya, uno de sus co-fundadores, es un ingeniero de sistemas, empresario y científico con un amplio recorrido a nivel nacional e internacional; tiene dos maestrías, una de ellas en meta-algoritmia pura y la otra en Machine learning, además cuenta con un doctorado en Bioingeniería aplicada en Inteligencia Artificial.

Anaya, a partir de su conocimiento, argumenta que la IA llegó para amplificar la inteligencia humana, para cambiarnos la vida por el lado bueno. La define como “un modelo matemático que a través de un conjunto grande y exorbitante de observaciones puede reconocer un patrón o múltiples patrones”. Desde su punto de vista científico está convencido que la ética y el uso adecuado de esta tecnología es una gran responsabilidad de todos y que, así como hay personas que lo utilizan para lo malo él cree que los buenos son más. Pero ¿cómo funciona la tecnología de IA para detectar el cáncer? “Mediante la IA nosotros podemos construir algoritmos que pueden estar servidos en un paradigma idóneo como la bioingeniería, la ingeniería biomédica o la misma medicina, en el cual se puede reconocer patrones o relaciones comunes y detectar enfermedades complejas como un cáncer, y es ahí en donde se puede decir si es un cáncer o no”.

De acuerdo con Luis Herrera García, ingeniero biomédico del “Hospital Universitario Hernando Moncaleano Perdomo”, la IA es un conjunto de datos que mediante una programación tiene la funcionalidad de “aprender”, se puede definir como el medio por el cual la computadora no depende del usuario para acceder a los datos, sino que accede a los datos con respecto a lo que se requiere (imágenes, audios, textos) y de esa manera va “aprendiendo”, algo así como un cerebro en desarrollo.

La IA, por ahora, no es un organismo que pueda decidir completamente por sí solo (aunque va a tomar sus decisiones). Nosotros somos quienes lo encaminamos, le decimos lo que queremos que haga, así que la ética y la seguridad va en nosotros y ya depende de cómo se administran o proporcionan esos datos. Según Herrera, la IA es el futuro en la medicina, es lo que nos va a permitir ser más precisos, reducir el error humano y visualizar el desarrollo de los signos vitales de los pacientes mediante imágenes diagnosticas precisas, y, lograr una detección temprana de las enfermedades y prevención de las mismas.

Respecto a los desafíos en temas educativos, diversos expertos señalan que la enseñanza de la programación debe ser transversal en los planes de estudio de las diversas áreas del conocimiento; de igual forma el manejo de las bases de datos, el cómo visualizarlas, utilizarlas e interpretarlas y, de esta manera, aprovechar la IA para evolucionar.

El principal reto de la educación tradicional debe encaminarse a promover y adaptar una nueva pedagogía basada en la IA, que ofrezca herramientas y experiencias que permitan tanto a los estudiantes como a los docentes automatizar de forma individual la manera en la que se enseña y se aprende; no obstante, está el reto de cubrir las brechas enormes en educación y digitalización, pero también trazar una regulación en el uso y protección de datos.

Para algunos estudiantes de ingeniería de software como Sebastián Alarcón la incorporación de IA genera un sinfín de beneficios, entre ellos la personalización del aprendizaje, la retroalimentación instantánea y el acceso a diversos recursos educativos, pero de igual manera surgen desafíos como la infraestructura tecnológica (brechas educativas y digitales), la compresión y el uso correcto de la inteligencia artificial por parte de los docentes y de los universitarios. Teniendo en cuenta esto, se puede reconocer que el cambio ya es inevitable, por consiguiente, se precisa una evolución no sólo en ámbitos de medicina sino también en la educación en general. En este escenario actual la inteligencia artificial impulsa un cambio inminente en la educación, por ello la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, propone una intervención en las prácticas de enseñanza y traza tres ejes que permiten una vinculación entre la IA y la educación, estos ejes son: aprender con la IA, aprender sobre la IA (sus tecnologías y técnicas) y prepararse para la IA.

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